La Corrupción en Colombia

«ALTA CORRUPCIÓN» by Carlos Daniel Gomero is licensed under CC BY 2.0.

Amable lector/a,

En nuestro país el vocablo corrupción va asociado casi que exclusivamente a defalco, peculado, cohecho, fraude o simplemente “robo” de los recursos del Estado y de la nación. Hoy no queda duda que este flagelo es para muchos ciudadanos el mayor problema estatal y social, incluso por encima de la seguridad, la situación económica y otros asuntos que andan mal. Sin embargo, esta visión ligada sólo a la administración pública, los políticos y contratistas que abrevan en las fuentes estatales me parece reduccionista y limitada porque su espectro es más amplio, diría que amplísimo, pues se extiende a la sociedad en general a través de comportamientos tan recurrentes como nocivos, pasando desapercibidos por ser cotidianos, como si no hicieran parte de esta gangrena que corroe los cimientos éticos de nuestra nación, como intentaré mostrarlo en esta nota.

¿Qué es la corrupción? El Diccionario de la Lengua Española, DLE, dice: “Corrupción y efecto de corromper o corromperse […] trastocar o alterar la forma de algo. Dañar, pervertir o depravar a alguien; echar a perder, podrir. En sentido figurado, abuso o vicio introducido en cosas no materiales, por ejemplo: corrupción de palabras, corrupción de las costumbres, de tradiciones […] en asuntos públicos, el uso de las funciones, facultades y poderes en provecho o interés personal, aun violando las leyes. Es en fin, «el menoscabo de la integridad, la virtud y principios morales. La incitación al mal por medios indebidos o ilegales, como el soborno. Es una desviación de lo original, de lo puro o correcto».” (DLE 2020)

Origen: de corruptio –onis, surge del verbo corrumpo, corrumpere, (de cum – y rumpo), arruinar, consumir, violar, deteriorar, alterar, inutilizar, falsificar, deshonrar, debilitar. Sinónimos de corrupción: putrefacción, descomposición, podredumbre, degeneración, fermentación; corruptela, deshonestidad, depravación, perversión, vicio, envilecimiento, peste, prostitución; soborno, cohecho, compra, coima. Lleva el prefijo cum porque habitualmente la acción de corromper presupone la unión o compañía de varios actores o participantes para consumar la acción.

Con esta premisa anoto algunos comportamientos o prácticas extendidas en nuestra sociedad que casan en uno o más de los verbos sinónimos de corrupción: los cursos pedagógicos de tránsito para rebajar el valor de los comparendos que son un fraude o engaño por parte de las empresas encargadas de dictarlos, el pago a intermediarios para obtener pronto un resultado o beneficio en las mismas dependencias de movilidad y tránsito u otra dependencia oficial, saltarse la fila o la compra de un turno o una cita en detrimento de otras personas, «si los demás lo hacen por qué yo no…», el plagio en tesis y trabajos académicos tan de moda, los concursos de mérito amañados para proveer un cargo -caso algunas personerías municipales- y la más reciente relacionada con el IVA: «¿Factura electrónica o tiquete de registradora?». Estas prácticas cotidianas constituyen formas de corrupción, formas de violentar ya a las personas ya la ley para obtener un beneficio espurio o ventajoso. Actos públicos y privados, es decir el actor puede ser un funcionario, un particular o lo dos a la vez. Uno de las artimañas más recientes, o mejor de moda porque ya se ha realizado en el pasado que afecta de manera directa la institucionalidad: el proceder consciente y deliberado de la oposición política al gobierno nacional en el Congreso de la República, con la senadora Paloma Valencia del CD a la cabeza: retirarse de las sesiones legislativas para romper el quorum y así impedir se discuta siquiera los proyectos de actos legislativos o de leyes previstos en la agenda legislativa. Este obrar nada tiene que ver con la inviolabilidad que la Constitución le garantiza a los legisladores, porque aquí se está es violentando la voluntad del elector que  les dio un mandato para que legislen en su nombre y beneficio y porque quebranta o viola la normatividad sobre el funcionamiento del Congreso de la República (ley 5/1992).

No pretendo con estos ejemplos minimizar la corrupción a gran escala, menos banalizarla pues es indudable que permea todos los órdenes y niveles de la administración pública -en sentido amplio-; no, expreso que estamos frente a un fenómeno que sin ser propio de nuestra sociedad y Estado sí está muy expandido desde tiempos atrás y que, quizá, hoy por las nuevas formas de comunicación, en especial las redes sociales, se conoce más en su verdadera dimensión. Es, por tanto, un problema que concierne a toda la nación colombiana y que todos, de manera consciente o no, hemos ayudado a mantener y propagar porque ¿quién no se ha visto constreñido alguna vez en su vida a aceptar ciertos actos de esta naturaleza que, sabemos, no son rectos o conforme a la ley o la moralidad pública?

Apreciado/a lector/a, a lo mejor usted también es de los que piensa que «esta situación no tiene solución», que es un mal endémico con el cual debemos convivir sin ilusiones de cambio, en fin que es una fatalidad. Yo me resisto a creer que es inmutable por varias razones, la principal: que nuestra sociedad habiendo cambiado y avanzado en otros campos como la ciencia y la tecnología sea irreformable, refractaria en este aspecto, un exabrupto.

Entonces ¿cuál sería la salida a este círculo vicioso de la corrupción? La historia reciente reseña cambios drásticos para eliminar la corrupción pública: Singapur y Ruanda, son casos dicientes. A través de distintas estrategias lo han logrado. En el caso del insular, próspero y educado Estado de Asia mediante la represión sin parar mientes en normas y prácticas universales de derechos humanos, incluida la pena de muerte para los corruptos. Algo parecido sucede en la China Popular o Continental: a los grandes corruptos les espera la pena capital, como sucedió hace poco con un magnate de la leche en el gigante asiático. En el pequeño país de los grandes lagos africanos y pese a que muchos consideran a su presidente un dictador, éste, luego del genocidio de 1993 ha conseguido cambiar esta situación mediante procesos de diversa naturaleza, entre ellos la educación. Ruanda ha superado en gran parte este fenómeno como otros, incluidos los delitos contra la propiedad. El país de las mil colinas está considerado entre los tres menos corruptos del continente y es ejemplo de desarrollo no solo de África sino del mundo.

En nuestro continente han surgido últimamente algunos dirigentes políticos que combaten la delincuencia en general –la corrupción lo es- mediante métodos represivos y contrarios a los estándares de los derechos humanos. El botón más significativo es el presidente Bukele de El Salvador. Y no es precisamente esta la vía que este observador quisiera para reconducir la ética pública y privada de Colombia. Convencido estoy que se puede enderezar el camino combinando ajustes legales  –a decir verdad combatiendo la impunidad existente- con procesos sociales y pedagógicos apropiados a las características de nuestra sociedad, siempre dentro del respeto de la normatividad de los derechos humanos. Si las mayoría somos conscientes que de una manera directa o indirecta todos estamos implicados en esta problemática, que debemos dejar de señalar culpables y sentirnos siempre víctimas y de esta manera persuadirnos de que todos y cada uno de los componentes de la nación colombiana podemos aportar al cambio, primero, de mentalidad y segundo, de actuar, se podrá lograr. ¿Difícil? Claro que sí pero no hay éxito sin sacrificio o esfuerzo. Es preciso tomar conciencia que no se puede seguir depositando nuestra confianza –y el voto- en políticos de reconocida trayectoria corrupta, que trabajan de espaldas a la ciudadanía, que debemos tener el coraje de denunciar los torcidos de la índole que sea así como de evitar el atajo para procurarnos un beneficio que siempre irá en contra de otro u otros que, en el fondo, impacta en toda la sociedad.

            Nuestro futuro como unidad nacional y como Estado está en nuestras manos y lo que hagamos con ellas en el presente.

            ¡Pensémoslo!

            Hasta pronto,

            Tolimeo

            La Flor, Tolima, marzo de 2024

P.S. La indiferencia ante el genocidio contra el pueblo palestino se convierte en complicidad.

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