Cada mala decisión por torpeza, ignorancia o ligereza del gobierno nacional disminuirá el avance del cambio en los territorios nacionales.

Amable lector/a,
En las elecciones legislativas y presidenciales de 2022 la mayoría votó por el cambio, con la esperanza de una vida menos agobiante y frustrante que la que en la actualidad vivimos desde tiempo atrás. Esperanza acentuada el mismo 19 de junio, fecha del triunfo, cuando el presidente electo reiteró los ejes del programa para el cambio, ratificadas luego el 7 de agosto en el acto de posesión como presidente. El entusiasmo era evidente, no sólo de los militantes del Pacto Histórico sino de todos los que, hastiados y cansados de la violencia, el narcotráfico, las injusticias y desigualdades económicas, políticas y sociales y, sobre todo, de la corrupción en todos los niveles de la función y el servicio público del Estado, votamos por el cambio.
Mas la esperanza que representa el gobierno Petro choca con una serie de obstáculos que impiden una implementación más rápida y concreta del programa de gobierno, provocando cierta desazón en una parte del electorado que considera no se avanza y sí crea polémicas y críticas traducidas en incertidumbre en buena parte de la nación, además del desgaste gubernamental. Son obstáculos de origen y naturaleza diversos que aunados se están convirtiendo en nudo gordiano para la administración nacional mientras las necesidades y problemas siguen apretando.
El primer gran escollo que encontró el gobierno Petro, aunque previsible, es la precariedad de las finanzas del Estado, debido a factores como la pandemia del coronavirus, la mala gestión, pero sobre todo la corrupción enquistada desde tiempo atrás, dificultado la puesta en marcha de programas y proyectos que el gobierno Petro considera prioritarios para apuntalar el cambio. Tres ejemplos de gran corrupción son dicientes, y contundentes, para comprender la situación nacional: la corrupción en la Unidad Nacional para la gestión del Riesgo de Desastres, en la Unidad Nacional de Protección y en la Sociedad de Activos Especiales –administra los bienes confiscados a las mafias- que junto al pobre desarrollo y pésimo mantenimiento de la infraestructura vial del país ha dificultado afrontar las crisis provocadas por derrumbes como el de Rosas entre Popayán y Pasto, el de la vía entre Pereira e Itsmina, Chocó, y otros en varias regiones del país, así como las grandes inundaciones, como en La Mojana en el Caribe. Estos fenómenos relacionados de manera directa con el cambio climático se han constituido en el segundo gran obstáculo para la actual administración nacional. Si bien los fenómenos naturales que arrastran carreteras, puentes y otras obras causando tragedias son un problema de vieja data, en la actualidad está siendo más crítico por la falta de recursos materiales y logísticos para abordarlos y mitigar sus consecuencias.
Un tercer impedimento que frena la implementación de las políticas prometidas en campaña por el presidente Petro, tiene origen al interior de sus propias huestes y equipo de gestión. La falta de una estrategia en comunicación del alto gobierno, la discordancia manifiesta entre miembros del gabinete, la sensación de improvisación que deja la ejecución de algunos proyectos -la paz total, por ejemplo-, la impresión de soberbia y amiguismo que transmite el nombramiento de ciertas personas para cargos y funciones de gran responsabilidad y la catarata de ideas y proyectos que lanza en cada alocución el presidente – frecuentes por cierto – producen un cierto desconcierto en la opinión pública, pues no se sabe a ciencia cierta si es un deseo o un propósito calculado en términos de conveniencia, prioridad y, en especial de viabilidad financiera, para hacerlos realidad. Esto y otros asuntos debatibles están quizás afectando la consolidación de las reformas propuestas por el gobierno del Pacto Histórico. Y si a las dificultades observadas en el Ejecutivo le agregamos las disputas intestinas, discrepancias por causas ajenas a la política, egos, malas mañas, incapacidad e inexperiencia política manifiesta en algunos miembros de la bancada legislativa del presidente, dan la impresión de no estar a altura de los retos asumidos no sólo ante sus electores sino ante la nación. Estas incidencias negativas pueden devenir un obstáculo mayor para la consolidación del proyecto del cambio del presidente y el Pacto Histórico.
Creo que no hay un manual preciso para la buena gobernanza, pero sí unos principios básicos, fundamentales, para administrar no sólo la res publica: coordinación del equipo de gobierno –si no existe puede derivar en dictadura-; agenda, pues sin ella se trabajará de manera espontánea y sin planificación; seguimiento y evaluación periódica de las tareas ordenadas y ejecutadas, transparencia y voluntad política para gobernar bien; además de motivación de la burocracia, porque moverla y lograr cambiar su mentalidad no es tarea fácil.
Estimado/a lector/a, el título de la presente epístola más que la manifestación de un desencanto tiende a advertir que los buenos o malos pasos de este gobierno incidirán en gran medida en las elecciones regionales y locales de octubre próximo. Cada mala decisión por torpeza, ignorancia o ligereza del gobierno nacional disminuirá el avance del cambio en los territorios nacionales. El resto se deduce de manera clara y sin mayor esfuerzo. No podemos permitir que por nuestros propios errores las élites económicas vuelvan a tener el control del Estado para su propio beneficio. Por cierto, la oposición es pobre y torpe en términos políticos, pero…
Estamos ante otro desafío.
Pregunta suelta: ¿No habrá en Colombia un nacional capaz de desempeñarse en la Alta Consejería para la Reconciliación para que la haya asumido una extranjera que hace sólo un año y cuatro meses llegó a nuestro país?
- La lucha contra la pólvora en Navidad: un esfuerzo inútil

Soy consciente que este tema será objeto de campañas institucionales y comentarios dentro de diez u 11 meses, cuando vuelva la navidad; sin embargo, no por ello deja de ser necesario dejar constancia de lo observado en nuestro país, y en el mundo entero, en las celebraciones de fin de año: fuegos pirotécnicos y mucha pólvora y estruendo para regocijo de unos y sufrimiento y tormento de otros, en particular de muchas especies animales que no soportan esas explosiones. Reconozco el esfuerzo de las autoridades públicas nacionales, regionales y locales para diezmar o atenuar los efectos del excesivo uso de la pólvora, conscientes del peligro que conlleva para la integridad y la vida de los humanos, sobre todo de los menores de edad, su manipulación. Otro tanto hicieron fundaciones y ONG advirtiendo de los peligros que esta costumbre cada día más criticada, y hasta obsoleta, teniendo la humanidad otros medios menos odiosos para manifestar sus emociones en esta etapa del año.
Pero el esfuerzo fue inútil, las autoridades registraron mil quemados entre ellos unos 300 niños. Hubo situaciones muy dicientes: en Cali, la Policía creó un programa para buscar y recuperar mascotas que huyeron de su hábitat por el estallido de pólvora y en Antioquia fue noticia la pérdida de 70 gallinas de una pequeña granja familiar: las mató la explosión de un globo caído junto a ellas. Qué decepción.
No sé si será estupidez –para mí lo es- reventar pólvora casi siempre al calor del alcohol, sin pensar en los daños que produce a su alrededor, en humanos y otras especies. Mientras los humanos nos sigamos creyendo los dueños del mundo su destrucción seguirá su curso.
Hasta pronto,
Tolimeo
San Luis, Tolima, enero de 2023