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El cambio: ¿para más o para menos?

Un dilema que debemos resolver los colombianos(as) no con la emoción sino con argumentos razonados el 19 de junio de 2022.

Antes de hacer un pronóstico del futuro próximo de la sociedad y el Estado colombianos, es preciso presentar algunas conclusiones de la jornada electoral de la primera vuelta presidencial este 29 de mayo: i) El triunfo de Petro es relativo, pero sobre todo incierto, si nos atenemos a dos indicadores: uno, aspiraba a ser presidente en primera vuelta y aunque ganó quedó lejos de la mitad más uno que se requería; y dos, el contendor, Rodolfo Hernández, si bien repuntaba en las encuestas nadie apostaba por un respaldo tan alto en las urnas, constituyendo en sí mismo este resultado en un estímulo para aumentar su votación en segunda vuelta, sobre todo por la adhesión –ya anunciada- de políticos y partidos tradicionales que acompañaron a Federico Gutiérrez. ii) La mayoría de la población, en especial la juventud, le ha dicho no más -¡basta ya!- a la clase política, que representa el establecimiento, incluido el actual gobierno. Es la primera vez que los partidos tradicionales Liberal y Conservador y sus derivados CD, la U y CR quedan por fuera de la votación definitiva; y si bien el uribismo, como los demás partidos de la derecha, fueron los grandes derrotados, no han desaparecido de la escena política nacional, como se verá más adelante. iii)  Disminuyó la abstención al 45%. iv) Por más cábalas que hagamos, es indudable que el resultado de la segunda vuelta hoy, más que ayer, es incierto.

Estas conclusiones como premisas nos permiten ver lo que se juega el 19 de junio. Dos propuestas de gobierno inéditas en el escenario nacional con un denominador común: el cambio. La de Gustavo Petro y Francia Márquez y el Pacto Histórico: un cambio hacia una sociedad y Estado más justos, equitativos y democráticos, o dicho en otras palabras, intentando hacer realidad un principio constitucional inobservado desde 1991: el del Estado social de derecho. La de Rodolfo Hernández y Marelen Castillo, de La liga de gobernantes anticorrupción (¿?), con una sola consigna como programa de gobierno, o dos para ser más precisos: acabar con la corrupción –robadera dice él- y con la politiquería, sin más, o talvez sí, con algunas frases sueltas como “quitarle la chequera” a los corruptos, una “mega cárcel” lejos de las ciudades para poner a trabajar la tierra a los presos, la supresión de embajadas y consulados y pare de contar. Ante estas dos propuestas, o mejor, el programa de gobierno, el de Petro, y el eslogan de Hernández, la nación debe decidir. Es evidente que la derecha colombiana no quiere a Petro, lo considera su enemigo y nunca dará su voto por él. Así lo expresó el candidato derrotado en su discurso luego de conocerse los resultados del 29 de mayo, lo mismo dijo el presidente del Senado, del partido Conservador y otros políticos de Cambio Radical, el partido de la U y el CD. Pero así como la casta política derrotada tiene claro su apoyo a una de las opciones, no sabemos si Hernández la aceptará para asegurar la victoria. Si Rodolfo Hernández, un candidato antisistema es coherente y cumple su palabra –y le creemos- de no aceptar en sus filas ni trabajar con la “gavilla” de politiqueros que se han robado la nación, tendría que rechazar esa adhesión oportunista pues les sería perjudicial porque muchos de su votos  –quizá la mayoría- que votaron por él son antisistema. Es decir, una aceptación ligera de esos votos de la derecha podría ser un boomerang que afecte su pretensión presidencial. Algo que deberán sopesar el candidato y sus asesores.    

El candidato Petro tampoco las tiene todas consigo. En votos obtuvo una buena ventaja, pero no suficientes para estar convencidos de su triunfo en la segunda vuelta. A una buena parte del país él no la ha conquistado o, simplemente, lo rechaza, con argumentos  válidos o imaginados, emotivos o razonados; lo cierto es que aún le faltan 10 puntos para obtener la tan anhelada mayoría de la mitad más uno. Porcentaje que deberá buscarlos en aquellas regiones y sectores del país donde no le fue bien, sobre todo, en la juventud que, en nuestra opinión, si votara haría posible el comienzo verdadero del cambio que tanto ellos, como las demás clases populares, reclaman. Sabido es que algunos intelectuales que votaron en primera vuelta por Fajardo, ya derrotado éste, le darán el voto en segunda a Petro y con su pluma e ideas podrían convocar los indecisos y abstencionistas para el objetivo de un cambio de verdad en la conducción y gerencia del Estado colombiano se haga realidad.

Un aspecto de vital importancia a la hora de elegir que, por lo general, pasa desapercibido para la mayoría de ciudadanos, es la relación Presidente – Congreso de la República, pues de esta depende  en gran parte la buena o mala marcha del Estado. Hoy, más que en el pasado, es indispensable pensar qué puede pasar con la llegada de uno u otro candidato a la jefatura del Estado y de gobierno siendo los dos anti establecimiento. Si Gustavo Petro obtiene la primera magistratura del Estado, cuenta con un buen número de legisladores en las dos cámaras legislativas; sin embargo, no es garantía suficiente para la aprobación decisiva de los proyectos que su gobierno considere prioritarios e indispensables para comenzar el cambio que predica hoy en campaña. Requerirá de alianzas con otros partidos afines al Pacto Histórico para obtener mayorías en cada situación concreta. Y aun así no es claro para la buena gobernanza teniendo en cuenta que los partidos derrotados en la presidencial conforman un gran bloque que hará difícil la gobernabilidad a Petro y su equipo de gobierno.

 Si es así con el candidato del Pacto Histórico ¿qué decir entonces si el triunfador es Hernández que no cuenta con partido? De nuevo la incertidumbre: si la clase tradicional logra ser aceptada por aquél en la elección del próximo 19 de junio, le habrá torcido el brazo férreo contra la “gavilla” que siempre, según él, ha creído que el poder es eterno, y quedará sujeto a las condiciones que esos legisladores le impongan para hacer pasar sus proyectos en Cámara y Senado. En otras palabras, la mermelada no desaparecería. Lo contrario, si el ingeniero Hernández no “suelta prenda” y se mantiene en su promesa de acabar con la corrupción no es difícil predecir un desgobierno por la puja entre ejecutivo y legislativo, todo, claro está, en perjuicio de los intereses nacionales.

Y como no ha de faltar el aspecto folclórico o pintoresco en todas las situaciones de la vida nacional, esta campaña electoral no fue la excepción y las mayores salidas de tono ha tenido como protagonista al aspirante Rodolfo Hernández. De no estar en juego el futuro de una nación, de 50 millones de colombianos, no pasaría de ser anecdóticas las altisonancias del candidato Hernández, corriendo el riesgo de prolongarse durante el próximo cuatrienio en caso de ser electo, lo que no sería positivo para el país si ello ocurriese y nos pasemos cuatro años en plan de chiste o broma tipo Sábado Felices. ¿Se imagina usted un discurso del presidente Rodolfo Hernández ante un organismo internacional, pongamos por ejemplo, la Asamblea General de las Naciones Unidas el próximo mes de septiembre? ¿Cómo será el saludo de año nuevo del presidente Hernández al Cuerpo Diplomático acreditado en el país en enero de 2023? No, no osemos comparar las salidas de tono del ingeniero Hernández con el genial Cantinflas que con sus enrevesados discursos decía verdades en medio del humor. Entendido que es el contenido y no la forma es lo importante, máxime tratándose de un gobierno nacional, pero ello no exonera al mandatario dejar de observar los protocolos diplomáticos, nacionales e internacionales, previstos en tratados y convenios que rigen las relaciones políticas interestatales. Ya vivimos tuvimos suficiente con el exabrupto y sus consecuencias del actual presidente de romper toda relación consular –no decimos diplomática- con el gobierno de Venezuela por razones ideológicas sectarias y fanáticas perjudicando  millones de connacionales que viven en el vecino y hermano país desde el siglo pasado, sin ningún vínculo con el régimen de Venezuela, para caer en un periodo de sainete y circo de un personaje al que no le hemos podido desentrañar su programa de gobierno, pero sí sus arranques de ira o rabia, sus actos temperamentales. El eventual presidente Hernández podría provocarle más de un enojoso impasse al Estado colombiano en el concierto internacional. Valen más los estados racionales que los emocionales en la conducción del Estado.

¡He ahí el dilema!Un dilema que debemos resolver los colombianos(as) no con la emoción sino con argumentos razonados el 19 de junio de 2022, si de veras votamos a conciencia por el cambio y un nuevo país.

Hasta pronto,

Tolimeo

30 de mayo de 2022

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